Un amor entre espejos

En un mundo donde los espejos reflejaban más que la imagen, María y Juan se vieron por primera vez. Sus miradas se cruzaron a través de un espejo antiguo, creando una conexión inquebrantable.

María, una pintora soñadora, quedó cautivada por los ojos azules de Juan, que brillaban con pasión y misterio. Juan, un escritor solitario, se sintió atraído por la sonrisa de María, tan dulce y sincera.

Sus encuentros en el reflejo se hicieron más frecuentes, cada mirada un susurro de anhelo. Las palabras que nunca se atrevieron a decir, los sueños que deseaban compartir, todo pasaba a través de los espejos.

Sin embargo, su amor secreto no estaba destinado a durar. Un día, María rompió accidentalmente el espejo que los conectaba. El cristal se hizo añicos, llevándose consigo sus sueños.

Desesperado, Juan buscó a María incansablemente, pero ella había desaparecido. Vagó por la ciudad, preguntándose si su amor era solo un espejismo, un reflejo de la soledad que lo rodeaba.

Pero el destino tenía un plan distinto. Años más tarde, Juan encontró una pintura en una galería de arte. Era María, su mirada reflejada en un espejo roto.

Un escalofrío le recorrió la columna vertebral. El amor que habían sentido no había desaparecido; simplemente había tomado una forma diferente. El espejo roto se había convertido en un símbolo de su amor, eterno e irrompible.


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