Los ecos de un viejo amor reverberaban en el aire, cual notas musicales perdidas en el tiempo.
María, una joven de ojos estrellados, se encontró en medio de una melodía familiar en una vieja cafetería. El aroma a café recién hecho le recordó a Juan, su primer amor. La misma mesa donde solían compartir sueños estaba allí, intacta.
Un escalofrío recorrió su cuerpo cuando una voz profunda rompió el silencio. «María, ¿eres tú?» Giró lentamente, su corazón latiendo con fuerza. Juan, con su sonrisa de antaño, estaba parado frente a ella.
La conversación fluyó como el café, cálido y reconfortante. Los años parecían haber desaparecido, sus almas aún conectadas por los lazos del pasado. Descubrieron que sus caminos habían tomado rumbos diferentes, pero el amor que alguna vez compartieron seguía vivo, como una brasa bajo cenizas.
Mientras el día declinaba, Juan tomó la mano de María. «Nuestro amor ha sido una sinfonía, María. Aunque el tiempo nos haya separado, la melodía nunca ha cesado».
Los ecos del viejo amor habían encontrado una nueva armonía, más profunda y resonante que antes. El pasado y el presente se entrelazaron en un dulce abrazo, prometiendo un futuro lleno de la dulce música de su amor restaurado.
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