Los amantes de la tormenta

Entre el rugir de los truenos y el azote de la lluvia, se encontraron bajo el cobijo de un viejo roble. Ella, una artista atormentada por sus miedos; él, un aventurero atraído por la tormenta.

Las gotas de lluvia bailaban sobre sus rostros, conectándolos en un encuentro fortuito. Los relámpagos iluminaban sus ojos, revelando un torbellino de emociones ocultas. El aroma a tierra mojada y el sonido de las gotas en las hojas creaban una sinfonía que despertaba sus almas.

Mientras la tormenta se desataba, se abrazaron, ajenos al mundo exterior. El miedo de ella se desvaneció en los brazos de él, quien se convirtió en su refugio en medio del caos. El aventurero, por su parte, descubrió en ella un puerto seguro donde anclar su espíritu inquieto.

La luz del amanecer se coló entre las nubes anunciando el final de la tormenta. Con ella, también llegaba el momento de despedirse. Sin una palabra, se miraron a los ojos, compartiendo un entendimiento silencioso.

A pesar de la brevedad de su encuentro, el impacto fue profundo. El artista encontró el valor para enfrentar sus demonios, y el aventurero supo que su corazón encontraba el hogar en su espíritu libre. Los amantes de la tormenta habían encontrado el amor en medio del caos, un vínculo que desafió el tiempo y las circunstancias.


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