Las notas de la luna

Bajo el manto azul de la noche, sonaba una melodía que hechizaba el aire, un canto de amor que hacía vibrar los corazones.

Emilia, una pintora solitaria, se asomó a su ventana y vio a un hombre tocando un violín en la calle. Sus dedos danzaban sobre las cuerdas con una gracia que hacía que la luna se detuviera a escuchar.

En ese instante, el tiempo pareció suspenderse. La música fluía como miel, envolviéndola en un cálido abrazo. Emilia sintió una conexión inexplicable con el violinista, como si sus almas se conocieran desde siempre.

Noche tras noche, Emilia esperaba con ansias la melodía del violín. Un día, armándose de valor, se acercó al músico y le preguntó sobre su música. Él sonrió y le dijo que la había compuesto pensando en ella, en la belleza de sus ojos y la magia que encontraba en sus pinturas.

En ese momento, Emilia supo que las notas de la luna los habían unido. Y así, bajo la luz plateada de la noche, su amor floreció, un testimonio del poder de la música y la belleza de lo inesperado.


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