Las huellas del destino

En el tapiz del destino, nuestros pasos se cruzan.

Bajo el cielo estrellado, en una plaza bulliciosa, la mirada de Carla se encontró con la de Mateo. El tiempo se detuvo, como si el mundo contuviera la respiración, observando su encuentro.

A través de la multitud, caminaron el uno hacia el otro, sus corazones latiendo con una extraña familiaridad. Cada paso dejaba una huella en el destino, guiándolos hacia el corazón del otro.

Un beso, un primer beso, selló su unión. Las palabras parecían superfluas en ese momento de profunda conexión. Pero el destino tenía otros planes.

El destino los separó abruptamente. Años después, Carla y Mateo se volvieron a encontrar en la misma plaza. El tiempo había marcado sus rostros, pero sus corazones recordaban aquel beso.

«Las huellas del destino», susurró Mateo, sus ojos brillando con emoción.

Y así, la historia del amor perdido y reencontrado se escribió en el lienzo de la vida. Un amor que había dejado huellas indelebles en sus almas, demostrando que el destino no es un accidente, sino un camino trazado por las estrellas.


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