La promesa del alba

En el crepúsculo de la memoria, una promesa susurrada a la luz del alba se transformó en el hilo dorado que unió nuestros destinos.

Sara, una joven maestra marcada por un pasado trágico, destelló como una estrella fugaz en el horizonte de mi vida. Era un alma atormentada por el peso de las expectativas, pero sus ojos transmitían un anhelo de redención.

Un encuentro casual en un tranquilo café despertó en nosotros un fuego que había permanecido dormido durante demasiado tiempo. Charlamos durante horas, compartiendo sueños, cicatrices y el anhelo de un futuro que aún estaba envuelto en niebla.

Mientras la noche se adentraba en la madrugada, le prometí a Sara que haría todo lo posible para ayudarla a liberarse de sus grilletes. Fue una promesa hecha con valentía y una pizca de temor, pues sabía que el camino por delante estaría lleno de desafíos.

Pero juntos, nos enfrentamos a los obstáculos. Yo fui su faro, guiándola a través de las tormentas emocionales, y ella fue mi ancla, devolviéndome la esperanza cuando la oscuridad amenazaba con consumirnos.

A medida que el sol comenzaba a despuntar, nuestra promesa del alba había florecido en un amor profundo y duradero. Un amor que había roto las cadenas del pasado y nos había prometido un futuro brillante, iluminado por los rayos del amanecer.


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