En el hechizo de la medianoche, donde las estrellas susurraban secretos, dos almas, Adriana y Javier, se entrelazaron en un encuentro fortuito.
Bajo el tenue brillo de las farolas, sus miradas se cruzaron, encendiendo una chispa que amenazaba con consumirlos. El silencio entre ellos estaba cargado de expectación, mientras cada uno luchaba por encontrar las palabras para expresar la intensidad de sus sentimientos.
El tiempo pareció detenerse cuando sus manos se tocaron, enviando un estremecimiento de emoción a través de sus cuerpos. En ese instante, el mundo se desvaneció, dejando solo el momento compartido entre ellos. Pero la magia de esa noche se vio interrumpida por una sombra ominosa.
Javier, un hombre con un pasado turbulento, fue convocado abruptamente por circunstancias urgentes. Con un beso apresurado y una promesa de regreso, desapareció en la oscuridad. Adriana quedó con el corazón apesadumbrado, atrapada entre la esperanza y la incertidumbre.
Los días se convirtieron en noches mientras Adriana esperaba ansiosamente noticias de Javier. La duda se apoderó de su mente, amenazando con extinguir la llama que había ardido tan brillantemente. Pero en la profundidad de su corazón, una pequeña luz de esperanza se negaba a apagarse.
Finalmente, cuando todo parecía perdido, una carta llegó, escrita con la letra familiar de Javier. Explicaba su ausencia, disculpándose por el dolor que había causado. Pero más que palabras, la carta transmitía un amor inquebrantable que trascendía el tiempo y la distancia.
Con lágrimas de alegría corriendo por su rostro, Adriana leyó esas líneas una y otra vez. La magia de la medianoche había vuelto, trayendo consigo un amor que había resistido todas las pruebas y estaba destinado a durar para siempre.
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