**La flor que nunca marchitó**
Dicen que el amor es como una flor, hermosa pero efímera. Pero mi historia desafió esa creencia.
En un pintoresco jardín, conocí a Elena, una mujer tan radiante como la rosa más roja. Su sonrisa iluminaba el día y su perfume embriagaba los sentidos. Entre suspiros y miradas robadas, floreció un amor apasionado como los pétalos que se abren al sol.
Pero el destino tenía un plan inesperado. Elena enfermó y su vida se marchitó tan rápido como un lirio en otoño. En mi desesperación, busqué consuelo en el jardín donde nos conocimos.
Para mi asombro, encontré una pequeña flor junto a su rosal. Aunque todas las demás flores habían caído, esta permanecía intacta, sus pétalos teñidos de un rosa intenso. Recordando sus palabras sobre el amor eterno, supe que era la flor de nuestro amor.
Desde entonces, he cuidado esa flor como un tesoro, un símbolo de nuestro vínculo inquebrantable. Porque aunque Elena ya no esté físicamente, su amor sigue floreciendo en mi corazón, tan vibrante y eterno como la flor que nunca marchitó.
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