En el crepúsculo, donde las sombras bailaban con la tenue luz, dos almas se cruzaron bajo el lienzo estrellado. Era ella, una joven de espíritu libre, su mirada reflejaba un brillo enigmático. Él, un hombre reservado, llevaba consigo un aura de misterio.
La noche se convirtió en su confidente, testigo de los tímidos intercambios de miradas y las conversaciones cargadas de silencios elocuentes. Cada encuentro hacía arder un fuego latente en sus corazones.
Sin embargo, un velo de duda los separaba. Ella temía entregar su corazón, marcada por un pasado de decepciones. Él se debatía entre sus anhelos y el temor a herirla.
En una noche mágica, bajo la luna llena, la pasión venció al miedo. Los labios se encontraron en un beso ardiente que despertó los sentimientos dormidos. En ese momento, el pasado quedó atrás y el futuro se abrió ante ellos lleno de promesas.
El amor había florecido en medio de la oscuridad, una llama brillante que iluminaría sus vidas para siempre. Y así, en el alba de sus sentimientos, sus almas se fundieron en una sola, creando un vínculo inquebrantable que desafiaría el paso del tiempo.
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