En un caleidoscopio de colores, vivía un minúsculo ser, El colibrí de cristal, su corazón, una llama que ardía por encontrar su verdadera pareja.
Un día, sus ojos se encontraron con los de La flor escarlata, una belleza de pétalos aterciopelados. Su gracia y aroma lo cautivaron, despertando en su interior un anhelo que nunca antes había sentido.
Con cada aleteo, El colibrí de cristal se acercaba a La flor escarlata, susurrando palabras de amor que el viento llevaba hasta sus hojas. Ella, a su vez, se abría tímidamente, revelando un corazón dorado que latía al unísono con el suyo.
Pero su idilio no estaba destinado a ser fácil. Un huracán amenazó con separarlos, sus vientos feroces castigando sus frágiles vidas. El colibrí de cristal, determinado a proteger a su amada, se lanzó al abismo, interponiéndose entre ella y la tormenta.
El impacto los dejó aturdidos, pero milagrosamente ilesos. En ese momento, La flor escarlata supo que el amor de El colibrí de cristal era verdadero, un amor capaz de desafiar incluso las fuerzas de la naturaleza.
Juntos, se aferraron el uno al otro, su vínculo ahora irrompible. El colibrí de cristal encontró su hogar entre los pétalos de La flor escarlata, y juntos, encontraron la felicidad eterna en su pequeño pedazo de paraíso.
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