Amores en el puerto

Entre el vaivén de las olas y el aroma del mar, nació una historia de amor en el puerto.

Lucía, con su cabello ondeado como las velas de los barcos, miraba hacia el horizonte. Su corazón anhelaba un encuentro que cambiara su rumbo. Y ahí, sentado en un banco junto al muelle, estaba Mateo, un marinero con ojos del azul profundo del océano y una sonrisa que iluminaba sus días grises.

Sus miradas se cruzaron, y el tiempo pareció detenerse. En aquel instante, ambos supieron que su destino se entrelazaba en ese puerto. Días y noches se convirtieron en confidencias y caricias bajo la tenue luz de las estrellas. El mar era testigo de su amor, llevándose sus secretos en cada ola.

Pero el destino tenía otros planes. Mateo debía zarpar, y la inmensidad del océano los separaría. Lucía lo despidió con el corazón encogido, prometiendo esperar su regreso.

Los meses pasaron en un suspiro, y el puerto se convirtió en un lugar de espera y esperanza. Un día, cuando Lucía paseaba por el muelle, vio un barco familiar. Era el barco de Mateo. Su corazón se aceleró al verlo descender, más guapo y amoroso que nunca.

Se fundieron en un abrazo que desafiaba el tiempo. El mar había unido sus corazones, y en ese puerto, su amor había echado raíces profundas. Juntos, seguirían amándose bajo la eterna mirada del océano, su testigo y su cómplice.


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