Un amor bajo las estrellas fugaces

Bajo un manto de estrellas fugaces, sus miradas se cruzaron. El tiempo pareció detenerse mientras el cosmos susurraba su secreto.

Ella era Luna, una soñadora con ojos que reflejaban el brillo de la noche. Él era Leo, un viajero con un corazón tan vasto como el firmamento. En ese instante, supieron que su destino estaba escrito entre las estrellas.

Los días se convirtieron en noches robadas, llenas de risas y promesas. Juntos, contemplaban el cielo nocturno, deseando que el tiempo se detuviera. Pero como todos los cuentos bajo las estrellas, su amor se enfrentó a una prueba.

Una noche, una estrella particularmente brillante cruzó el cielo. Luna le preguntó a Leo su deseo, y él respondió con una sonrisa: «Que este momento dure para siempre». Pero la estrella fugaz se desvaneció, llevándose consigo su anhelo.

Desesperada, Luna hizo un voto: cada noche, pediría un deseo a una estrella fugaz, con la esperanza de que Leo permaneciera a su lado. Y así, cada noche, bajo el mismo manto estrellado, Luna susurraba su corazón a los cielos.

Un año después, bajo la luz de la luna llena, Leo regresó. Sus ojos brillaban con el mismo amor que Luna había visto bajo las estrellas fugaces. Había oído hablar de su devoción y había venido a cumplir su deseo. Juntos, contemplaron el cielo nocturno, sabiendo que su amor había sobrevivido a la prueba del tiempo.

Mientras las estrellas fugaces surcaban el cielo, Luna y Leo se prometieron amor eterno. Su historia, un testimonio del poder de los deseos bajo las estrellas fugaces, se transmitió de generación en generación, una prueba eterna de que el amor, como el firmamento, es vasto e inmutable.


Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *