En un andén vacío, donde el silencio se fusionaba con el eco del tren, dos almas se cruzaron en un inesperado encuentro.
Andrea, una mujer con ojos soñadores, esperaba ansiosamente su tren mientras recorría su teléfono. De repente, su mirada se encontró con la de un hombre sentado en el banco opuesto. Era atractivo, con una mirada penetrante que la cautivó al instante.
Pablo, un escritor solitario, observaba el ajetreo y el bullicio de la estación, pero sus pensamientos se detuvieron al ver a Andrea. Su aura era magnética, lo llamaba.
El tiempo pareció detenerse cuando sus miradas se cruzaron. El silencio dio paso a un torrente de conversaciones incesantes, compartiendo historias, sueños y anhelos. El andén vacío se transformó en un oasis de intimidad, aislado del mundo exterior.
Cuando sonó el silbato del tren, ambos sabían que era hora de separarse. Andrea subió al tren, pero antes de que se cerraran las puertas, Pablo le entregó un papel con su número, escrito con una letra hermosa.
Andrea dudó por un momento, pero algo dentro de ella la impulsó a guardarlo. El tren se alejó, dejando atrás un andén que ya no estaba vacío, sino lleno de promesas.
Semanas después, Andrea se armó de valor y llamó a Pablo. Su conexión era tan fuerte como el día que se encontraron en el andén. El vacío que habían sentido antes se había llenado con una nueva y emocionante aventura llamada amor.
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