Una noche en Venecia

En el seductor murmullo de Venecia, bajo la luz de la luna sobre el Gran Canal, se cruzaron dos almas. Lucía, una pintora con ojos que brillaban como las aguas de la laguna, y Alessandro, un músico callejero cuyo violín cantaba como un susurro de amor.

Esa noche mágica, sus miradas se encontraron en medio de la multitud, creando un hilo invisible que los unía. Pasearon por los puentes susurrantes, sus manos entrelazadas, el agua susurrando a sus pies. La música de Alessandro flotaba en el aire, envolviéndolos en un hechizo.

Pero el destino tenía un giro caprichoso. Al amanecer, Lucía desapareció sin dejar rastro. Alessandro buscó desesperadamente, pero cada pista parecía desvanecerse en la niebla matutina. Los días se convirtieron en noches, y la melodía que una vez los unió ahora resonaba con el dolor de la pérdida.

Un año después, Alessandro tocó en un concierto en el mismo lugar donde se habían conocido. Los acordes de su violín llamaron la atención de una mujer en la audiencia. Era Lucía, sus ojos aún brillaban con la misma intensidad.

Se encontraron entre la multitud, el tiempo pareció detenerse. Lucía explicó que había tenido que partir abruptamente, dejando atrás solo una pintura inacabada como recuerdo. Alessandro mostró el retrato, su pincelada había capturado el momento de su encuentro, un testimonio de un amor que había perdurado en el tiempo.

Reunidos bajo el cielo estrellado de Venecia, su amor floreció una vez más, más profundo y más fuerte que antes. Y así, la ciudad de los amantes fue testigo de una historia de amor que había navegado las aguas de la separación, encontrando su puerto seguro en la noche veneciana.


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