Bajo la hechizante luz de la luna, dos almas se cruzaron en un sereno encuentro.
Ella, Luna, una soñadora de corazón, miraba hacia el cielo nocturno, sus ojos brillaban con curiosidad. Él, Sol, un viajero errante, se posó sobre su ventana, su presencia desprendía una calidez radiante.
Sus miradas se encontraron a través del cristal, un instante que pareció alterar el curso del tiempo. Luna sintió una punzada en el pecho, como si su alma reconociera a una contraparte anhelada. Pasaron las noches, sus encuentros secretos se volvieron un bálsamo para sus corazones solitarios.
Pero el destino tenía un giro inesperado. Una noche tormentosa, la ventana de Luna se cerró de golpe, separándolos cruelmente. Luna corrió hacia la tormenta, desesperada por encontrar a su amado.
Entre relámpagos y truenos, vio una luz tenue. Para su asombro, Sol había aparecido en su jardín, su cuerpo empapado pero su espíritu intacto. En ese momento, Luna supo que su amor era verdadero, un faro inconmovible que había soportado incluso las tormentas más implacables.
Cuando el cielo finalmente se despejó, Luna y Sol se abrazaron bajo la luna creciente. Su amor, una chispa encendida en un encuentro nocturno, se había convertido en un fuego abrasador, un testimonio de la magia que solo se encuentra bajo el resplandor de la luna.
Deja una respuesta