El último baile

En el crepúsculo de una noche estrellada, bajo el suave resplandor de las farolas, sus miradas se encontraron. Ella, una bailarina de espíritu libre, con ojos que brillaban de pasión; él, un músico solitario, con melodías que contaban historias de amor y anhelo.

Sus cuerpos se movieron con perfecta sincronía, cada paso un poema escrito en movimiento. La danza creció, sus movimientos se hicieron más atrevidos, su pasión más palpable. Cada mirada, cada toque evocaba un torbellino de emociones que amenazaba con consumirlos.

Pero el tiempo era implacable. La última nota resonó en el aire, y con ella, el telón del baile cayó. Su mundo se detuvo, sus corazones latiendo con fuerza. Se buscaron con ojos llenos de promesas y una innegable conexión.

En ese momento de incertidumbre, él se inclinó y susurró: «Baila conmigo siempre».

Ella asintió, sus ojos brillando con un amor que había florecido bajo las estrellas. Y así, en el eco del último baile, encontraron su melodía perfecta, una sinfonía de amor que duraría toda la vida.


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