En un lugar donde los sueños se entretejen, se escondía La cabaña de los sueños.
Elena, una joven aventurera, se adentró en el bosque en busca de su misterio. Entre árboles imponentes y el susurro del viento, halló la cabaña, un oasis de ensueño cubierto de musgo.
Al traspasar el umbral, un cálido aroma a vainilla la envolvió. El interior estaba iluminado por velas, proyectando sombras danzantes sobre las paredes. En medio de la habitación, un hombre estaba sentado junto a un fuego crepitante. Su mirada azul, profunda como el océano, cautivó a Elena.
El tiempo se detuvo mientras conversaban, compartiendo sueños y miedos. El crepitar del fuego creaba una atmósfera íntima, y Elena sintió como si el mundo exterior se desvaneciera.
Pero el tiempo era implacable. Cuando los primeros rayos del alba se filtraron a través de las grietas de la cabaña, Elena supo que era hora de irse. Con un nudo en la garganta, se despidió del misterioso extraño.
«Volveré», prometió.
La Cabaña de los Sueños se convirtió en un lugar de anhelo para Elena. Cada día, recordaba el calor de la chimenea y la mirada azul que había robado su corazón. Pero cuando regresó, encontró la cabaña vacía. ¿Había sido todo un sueño?
Un día, mientras caminaba por el bosque, Elena descubrió un medallón con una estrella grabada. Era el mismo símbolo que había visto en la cabaña. Con el corazón latiéndole con fuerza, se dio cuenta de que su sueño había sido real, y que el hombre del fuego crepitante la estaba esperando en algún lugar, suspirando por su regreso.
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