Bajo el manto nocturno, donde las estrellas susurraban secretos, una melodía mágica flotaba en el aire. El balcón adornado con flores coloridas se convirtió en el escenario de una serenata que prometía cautivar corazones.
Allí estaba ella, Isabella, su belleza iluminaba la noche como una flor en flor. Su corazón latía con anticipación mientras esperaba al trovador que había prometido cantarle bajo su ventana.
El joven músico, Diego, con su voz suave como el terciopelo, llegó bajo el balcón y comenzó a tocar una canción que había escrito especialmente para ella. Las notas flotaban en el aire, llenando la noche de un hechizo romántico.
Isabella se asomó por el balcón, sus ojos brillaban con emoción. El canto de Diego era como un bálsamo para su alma. Se sentía transportada a un mundo de amor y pasión.
Pero la noche guardaba un giro inesperado. Cuando Diego terminó su canción, se escuchó un fuerte estruendo. Un caballo desbocado se acercaba peligrosamente hacia Isabella.
Diego, sin dudarlo, saltó al balcón y apartó a Isabella del peligro. Ambos cayeron al suelo, su corazón latiendo con fuerza.
En ese momento, el tiempo pareció detenerse. La música, el peligro y el amor se entrelazaron en un nudo inextricable. Isabella miró a Diego, su salvador, y supo que su amor estaba destinado a ser.
Y así, bajo el balcón adornado, la serenata se transformó en una historia de amor, valor y un destino que estaba escrito en las estrellas.
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