Bajo el cielo estrellado, dos almas se encontraron en una noche mágica.
Ella, Lucía, una artista soñadora con ojos que brillaban como las estrellas. Él, Mateo, un escritor solitario con un corazón lleno de palabras no dichas.
En medio de la multitud, sus miradas se cruzaron. Fue un instante eterno, un destello de reconocimiento. La música se convirtió en un telón de fondo mientras se adentraban en una danza de palabras y sonrisas.
Las horas pasaron como minutos, tejiendo un recuerdo que sabían que perduraría para siempre. Cada mirada, cada caricia, cada susurro escribía un capítulo en la historia de su noche encantada.
Pero el amanecer llegó demasiado pronto, proyectando una sombra sobre su sueño. Mateo se despidió, prometiendo volver. Lucía se quedó sola, con el corazón lleno de recuerdos y una esperanza que se aferraba a la promesa de su regreso.
Los días se convirtieron en semanas, y semanas en meses. Mateo nunca volvió. Lucía guardó sus recuerdos como un tesoro, saboreando los dulces momentos de esa noche que había cambiado su vida para siempre.
Y aunque su amor quedó sin resolver, los recuerdos de esa noche mágica se convirtieron en una historia que Lucía llevaba con ella, un cuento de amor inconcluso que evocaba una punzada de dulce nostalgia y la esperanza de que algún día se encontraran de nuevo bajo el mismo cielo estrellado.
Deja una respuesta