Los misterios del faro

En el solitario faro, donde el mar susurra secretos, se entrelazó una historia de amor que desafió las tormentas.

Adela, la farera de cabello azabache y ojos azules, vigilaba incansablemente desde su torre. Cada noche, sus ojos se posaban en un pescador solitario, Manuel, que navegaba con habilidad bajo la tenue luz del faro.

Una noche de tormenta, cuando las olas rugían y el viento aullaba, la luz del faro se apagó. Adela quedó a oscuras, presa del pánico. De repente, Manuel apareció de la nada, guiado solo por su instinto. Con hábiles manos, reparó la luz, iluminando su camino y el de ella.

Mientras trabajaban juntos, el silencio fue roto por una confesión. «Adela», susurró Manuel, «tu luz me ha salvado más veces que puedo contar». Adela se sintió conmovida. «Manuel», respondió ella, «tu valor me inspira».

En ese instante, bajo la luz intermitente del faro, sus miradas se cruzaron y el amor floreció. Era un amor basado en la admiración, la protección y el desafío a los elementos. Y así, los misterios del faro se convirtieron en testigos de una historia de amor tan legendaria como el océano mismo.


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